JFK by Philip Shenon

JFK by Philip Shenon

autor:Philip Shenon [Shenon, Philip]
La lengua: spa
Format: epub
ISBN: 978-0-8041-7143-4
editor: Knopf Doubleday Publishing Group
publicado: 2013-11-04T16:00:00+00:00


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OFICINAS DE LA COMISIÓN

Washington, D. C.

Mayo de 1964

Wesley Jim Liebeler era una fuerza de la naturaleza. Un verdadero libertario, listo para ignorar —mejor aún, plantar oposición— a cualquiera que intentara imponerle reglas. Cuando se trataba de política, se definía como un republicano conservador. Era ferozmente anticomunista y lo declaraba abiertamente; había rumores entre el personal —aparentemente falsos— de que pertenecía a la ultraconservadora Sociedad John Birch. Rankin recordaría a Liebeler como un “conservador extremo entre nuestro equipo, que más bien era un invernadero de liberales, y desde el principio se decepcionó de algunos”. El desdén de Liebeler muchas veces había sido dirigido contra Norman Redlich, quien, en cuestiones políticas, era tan liberal como Liebeler era conservador. “En cuestiones políticas, el señor Redlich y yo tenemos opiniones profundamente diferentes sobre el mundo”, diría Liebeler tiempo después.

Para muchos dentro del equipo de trabajo de la comisión, a Liebeler también le quedaba muy bien el papel de pícaro encantador. Décadas después, varios lo describirían como una de las personas más memorables que habían conocido en sus vidas; la sola mención de su nombre provocaría en ellos una sonrisa de reconocimiento. Slawson lo describiría como un “temerario” en sus actitudes hacia la autoridad, comenzando por la cruzada que había encabezado para reemplazar a las incompetentes secretarias de la comisión. Griffin declararía que él y Liebeler “no se ponían de acuerdo en nada” cuando se trataba de política y que éste habría sido muy franco sobre sus diferencias. “Pero incluso con toda su agresividad, tenía cierto aire de amabilidad”, declararía Griffin. “Incluso si te estaba diciendo que eras un idiota en algún tema, lo hacía de forma tal que tú sabías que él realmente no pensaba que fueras un idiota.” Liebeler, en la opinión de Griffin, “se preocupaba muchísimo por la gente”.

Otros, sin embargo, tenían recuerdos menos afectuosos. Specter, por ejemplo, pensaba que Liebeler era sumamente inteligente pero también “quisquilloso” y un tanto “excéntrico”; propenso a extraños arrebatos de enojo. Recordaría en una ocasión haber ido a almorzar con Liebeler a The Monocle, un popular restaurante en Capitol Hill cerca de las oficinas de la comisión, donde observó, con asombro, cómo su colega se enfurecía porque el huevo encima de su estofado de res curada estaba demasiado frito. “Con una voz exigente, insultante, llamó al mesero y le dijo: ‘Carajo, cuando cocinas el huevo, se supone que debe derramarse sobre la carne’.”

Warren había dejado en claro que Liebeler no le agradaba, recordarían varios de los abogados de la comisión. Meses después de que arrancara la investigación, Liebeler hizo algo que, para el momento, resultaba impensable para la mayoría de los bufetes legales o agencias gubernamentales. Empezó a dejarse crecer la barba. “Era una enorme y hermosa barba, completamente roja”, recordaría Rankin. “Al ministro presidente le irritaba.” Warren estaba tan molesto que le habría dicho a Rankin que le ordenara a Liebeler que se afeitara. Rankin trató de convencer a Warren de dejar por la paz el tema. “Le dije: ‘Mire, tiene derecho a tener el pelo como él quiera y si quiere dejarse la barba, tiene derecho a hacerlo’.



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